Discurso del Secretario de Gobernación, Lic. Fernando Gómez Mont, durante la Clausura del Foro Análisis y Discusión sobre la Reforma Política en la Cámara de Diputados.
Gracias, Josefina.
Honorables miembros;
Señoras y señores del presídium;
Señoras y señores diputados;
Invitados especiales;
Señoras y señores:
Como señalaba la diputada Vázquez Mota, para mí siempre es muy emotivo comparecer en la Cámara en calidad de invitado a un foro o incluso cuando he de cumplir con el deber de someterme a la inspección y examen de esta soberanía, en función de las responsabilidades públicas que hoy desempeño.
Lo es, en primer lugar, porque reverbera en la memoria el aprendizaje, la formación política que yo asumí en esta Cámara, y lo es porque yo honradamente asumo que esto es una soberanía; que comparezco ante quien han sido ungido por los votos de los mexicanos; donde reconozco que mi propia autoridad constitucional y política me viene delegada por un hombre electo por mexicanas y mexicanos, y no me viene de manera original.
Así, acudo con respeto a estos espacios, porque los entiendo como la expresión de miles y miles de mexicanos que siguen acudiendo a los procesos electorales a nombrar a sus representantes políticos.
Lo he dicho y lo creo, el sistema político mexicano no pasa por una crisis de legitimidad. Millones de mexicanos siguen asistiendo a los procesos electorales a participar cívicamente.
Sin embargo, por el diseño actual el sistema electoral mexicano algo sucede que la relación entre el elector y el elegido se rompe, y de ser un acto donde hay una participación social importante, se llega a un espacio el que hoy -tenemos que aceptar- pasa por un proceso de deterioro en su prestigio.
Simple y sencillamente porque la relación de los ciudadanos con la representación política se quiebra, se matiza, se mediatiza después de la elección, porque se rompe ese vínculo o se matiza demasiado ese vínculo entre el elector y el elegido, y el elegido ya no tiene que rendirle cuentas en los términos planteados en la campaña a su elector.
Reconectar ciudadanía con representación política es una urgencia para revitalizar el sistema político en su conjunto.
¿Por qué ahora? ¿Por qué así?
Ha sido en estos tiempos y no antes porque la agenda política de esta administración se cumplieron y revisaron otros esquemas y otros compromisos: Seguridad, reforma energética, intentos repetidos por buscar un esquema financiero para los recursos públicos que fuera inteligible y que pudiera estabilizarse en el mediano y largo.
¿Pero por qué ahora resultaba propicio, en diciembre del año del 2009, cuando se presenta por el Presidente la iniciativa?
Porque había que inaugurar el año del Bicentenario de la Independencia y del Centenario de la Revolución, convocando a las fuerzas políticas a una reflexión profunda sobre la legitimidad democrática del sistema político mexicano.
Porque sin reconocer una crisis sí tenemos que reconocer un déficit democrático creciente en el sistema político mexicano y que puede ser revertido y modificado a tiempo.
Porque en este Bicentenario celebramos señoras gestas que modificaron y se dirigieron a modificar al régimen político vigente.
La primera sobre la cual se asumió la responsabilidad de la identidad propia y nos dijimos “nosotros” y asumimos la responsabilidad de lo nuestro.
La segunda, por exigir que esa responsabilidad fuera llevada a cabo por más y más personas.
Por romper una estructura piramidal en lo social y en lo económico que exigía que la representación política y los espacios de oportunidades estuvieran mucho más socializados y mucho más pluralizados.
Estas son las gestas sobre las cuales se ha construido el régimen político y en este año de aniversario era fundamental inaugurarlo con una reflexión profunda en ese sentido.
Yo creo que ustedes ya han escuchado pros y contras de la propuesta del Ejecutivo.
Yo tengo que celebrar y darle la bienvenida a las otras iniciativas que se han presentado, porque con ello se va concretando el espacio de un debate plural; de un debate plural en esta materia.
Cuando del Presidente decidió formular la iniciativa en diciembre del año pasado, lo hizo en el ejercicio de los derechos y atribuciones que la Constitución le irroga; lo hizo después de mucho tiempo de analizar lo que durante años se venía discutiendo en el seno de la sociedad y del sistema político, sobre cómo fortalecerlo y consolidarlo.
La iniciativa del Presidente no sólo es una iniciativa de una voz potente en el sistema político del Jefe del Estado Mexicano; también es el producto de una reflexión debida de un hombre que ha dedicado a la tarea política con absoluto, ahínco, emoción y compromiso, horas y tiempo de reflexión en esta materia.
Es una iniciativa institucional, pero también es el resultado de una reflexión personal de muchos años. Y así lo conocemos y lo compartimos en su equipo.
No se equivoquen: Esta es una iniciativa del Presidente de la República, pero también es una iniciativa de don Felipe Calderón.
Y al recoger muchas voces y procesar y analizar por mucho tiempo una síntesis honrada, valiente y potente sobre el sistema político, asumió ser una iniciativa que fuera provocativa, no provocadora; que no fuera excluyente, pero que no fuera excluida de un análisis que le toca a los miembros del Constituyente
Por eso yo recojo con absoluta sinceridad y recibo con absoluta sinceridad la iniciativa de otros actores fundamentales del sistema político.
Podrá haber otras antes de cerrar la mesa de discusión y análisis de aquéllos que tienen la potestad de presentar iniciativas en materia constitucional.
Pero sí es de notarse que en sus ejes fundamentales ya existe una coincidencia sobre al cual se debe construir la esperanza de que exista una Reforma Política de fondo y seria que entregarle a México en este año.
Todas las iniciativas coinciden en fortalecer la incidencia ciudadana en al representación política.
Unos comparten la elección consecutiva, otros las candidaturas independientes, pero todos parten del diagnóstico que el ciudadano no sólo puede ser ya una reserva retórica de la democracia, sino debe fortalecerse su papel rector en el proceso de toma de decisiones públicas en México.
También todas con sus matices reconocen que la experiencia del gobierno dividido, si bien ha dado frutos importantes a México, como lo es el respeto entre los poderes, como lo es la transparencia a nivel federal, la rendición de cuentas; como lo es una demanda cada vez más generalizada de que las condiciones democráticas para ejercer el poder se deben de trasladar a todos los niveles de gobierno, y que es un compromiso que deben asumir y debemos asumir todos los políticos.
También el gobierno dividido nos ya dado muestras de una convivencia difícil, que a veces se entierra en la indefinición; que a veces ante la falta de posicionamiento político de los representantes no permite que se adopten más rápido y de mejor manera decisiones públicas fundamentales para el desarrollo del país.
Todas las iniciativas, a su manera, buscan plantear mecanismos para facilitar la relación entre los poderes de la unión.
Algunas bajo un enfoque más centrado, en el Legislativo, otras en el Ejecutivo; pero en ningún caso, y yo lo digo de la propia iniciativa del Presidente de la República, se establece un sistema de prevalencia forzosa de uno sobre otro, sino de reglas de comunicación que sean más funcionales en el uno y en el otro.
Por supuesto que yo no acepto que la iniciativa, porque venga del Presidente de la República tiene un tufo autoritario, cuando lo único que plantea, por ejemplo, en la iniciativa preferente que se recogen con matices las propuesta de otros, es que ante la indefinición de la Cámara y de las Cámaras pueda prosperar en aquellos casos especiales la definición de políticas públicas que urgen al país.
De ninguna manera se establecen mecanismos de mayorías calificadas o procedimientos especialmente complejos que tiendan a dificultar el proceso de rechazo o modificación de lo planteado por el Presidente.
Lo único que señala con claridad es: Si no se dan las condiciones para que los partidos políticos puedan generar una mayoría en uno o en otro sentido, se le permita al proponente asumir plenamente frente al elector y frente a la sociedad la responsabilidad política de la medida que se propone y que pueda operar.
Otros países como Brasil, que tiene esquemas de gobiernos pluralizados y divididos, con este tipo de mecanismos han podido posibilitar la adopción de políticas públicas que se han traducido en facilidades, derechos y programas para los ciudadanos, y sobre todo que han podido regenerar la esperanza y el amor propio de un pueblo.
Ser parte de la globalización es también de reconocer las potencialidades de otros y aprender de ellas.
No estoy hablando de esquemas o lugares lejanos o de niveles de desarrollo completamente distintos a los nuestros ni de historias tan disímbolas.
Espacios donde este tipo de medidas han facilitado la gobernabilidad, en beneficio de la gente y donde el humor social se encuentra hoy más vinculado a su clase política, de mejor manera a su clase política que es lo que sucede en el país.
Así pues, en este sentido, reconozcamos que se comparte este diagnóstico y se abre una nueva línea que no parecía tan propia de los ejes fundamentales que se venían reconociendo: Fortalecer ciudadanía y mejorar gobernabilidad, y otra línea que se abre a la reflexión y que tenemos que reflexionar, en la que todos hemos mostrado distancia frente a los excesos y anhelos de que sean superados.
Las iniciativas de los otros abren el análisis a nuevos mecanismos para abatir impunidad y corrupción política. Y eso es importante, esto también es una demanda de los mexicanos que nos obliga, de buena fe, a encontrar aquellos mecanismos constitucionales que permitan superar esos casos que a todos ofenden, cuando la impunidad o la corrupción prosperan o no son sancionados.
Se trata de limpiar la vida pública de México, de hacerla más pública al conectarla con todos nosotros, como entidad real del país, como nación, como su sustancia sociológico, como su sustancia humana.
Es un debate que busca depurar artificios, consolidar transparencias, fortalecer vínculos.
No acepto que la iniciativa o el debate se dé en términos de ciudadanía o partidos políticos.
Los partidos políticos también son organizaciones ciudadanas. Con sus imperfecciones, buscan articular a los ciudadanos en la toma de decisiones públicas.
No se trata de establecer una línea en donde los ciudadanos sólo están de un lado. Lo que sí se busca es diluir esa línea y que ciudadanía y representación política se articulen de mejor manera.
Las candidaturas independientes no sólo son espacios para aquéllos que no se reconocen en las opciones políticas prevalecientes y tienen un liderazgo real que es corroborado por los ciudadanos, sino se vuelven incentivos fundamentales, junto con la elección consecutiva, para que los propios partidos políticos repiensen sobre los mecanismos sobre los cuales se legitiman.
Así, pues, yo celebro en este espacio estas coincidencias fundamentales.
Las motivaciones que mueven ahora al Constituyente Permanente a buscar reglas nuevas que permitan consolidar un sistema político que ya quiere consolidarse; que permitan recuperar la esperanza de un pueblo en el quehacer político, a fin de que éste cumpla con las responsabilidades a su cargo.
En donde se visibilice a cada político en términos de lo que hace y lo que no hace; en donde se visibilice a cada político en términos del cuerpo parlamentario en el que trabaja; en donde se visibilice un sistema de reglas que consolide derechos y establezca claridad con los deberes.
Hoy estaba yo con el Presidente del Grupo Global Parlamentario Anticorrupción y me decía una máxima que es cierta: Nadie vota por la pobreza; todo el mundo vota por la prosperidad.
Pero poner esa oferta política a la prueba de la historia y someterla, someterla a la revisión de los electores es fundamental. Fundamental para que los políticos expliciten ante su electorado cuáles son las opciones en un momento dado; no las idílicas, no entre lo bueno y lo malo; no aquéllas que tienden a dividir de una manera maniquea la historia entre las opciones blancas y las negras, sino le acerque cuáles son las opciones reales al alcance de la visión de los políticos y socialice la complejidad de esas discusiones.
En un país más democrático frente a los que otros piensa, esquemas como al reforma fiscal en la cual se llega a la necesidad de racionar e dónde salen los recursos para cumplir con determinados programas, es una decisión que tiene que estar socializada con los electores.
En la gran mayoría de los países donde se acepta la elección consecutiva se han logrado regímenes fiscales operables y solucionables, porque al final los electores entienden las tensiones de las decisiones que conciernen a lo público.
Es una apuesta a la esperanza; es una apuesta en donde los políticos tienen que reconocer el poder de los ciudadanos; en donde se reconoce que en cada elección la gran mayoría de los electores votan de manera diferenciada de elección en elección.
En lo que se ha venido denominando el “voto duro” es una minoría, que la gran mayoría de los electores razonan sus decisiones, en función de las opciones al alcance, al momento de votar.
Y que es ese enorme electorado móvil el que condiciona a una clase política que le tiene que responder y ofrecer responsablemente soluciones.
Es una reforma que tiene que reconocer la manera en que los políticos están vinculados con las percepciones ciudadanas y a cada momento solicitan análisis de esa percepción, para conocer cuál es el mensaje de comunicación política, en términos de aclarar los problemas o de aclarar la oferta política.
No nos engañemos, los políticos vivimos mucho más pendientes de los ciudadanos de lo que estamos dispuestos a aceptar.
Y los ciudadanos deben reconocer ese poder. ¿Saben para qué? Para responsabilizarse de él; no para llegar y cortar la decisión de lo político cuando se culmina con el acto electoral y a ver qué pasa.
También esa es una de las potencias que tiene la reforma que se plantea: Una ciudadanía más articulada y más responsable, porque reconoce el poder que ya tiene, y porque asume articularlo, a fin de construir los bienes públicos que la convivencia exige.
Por eso ser un demócrata en estos momentos en México es privilegio y responsabilidad.
Es el tiempo de la democracia, donde se discute frente a la opinión pública de lo que le importa a la opinión pública.
Donde más allá de los legítimos intereses de los actores políticos, se analiza un dato fundamental: Su propia legitimación.
Donde los políticos no sólo se fingen frente a un discurso que excluye o que incorpora, sino también se asumen bajo los deberes de darle eficacia a la acción política, para que sirva aquello a lo que está llamado.
Y donde los políticos han de reflexionar el sistema de controles a los cuales la política debe estar sometida, para mitigar el abuso del poder que siempre, siempre es traición a la democracia misma.
Por eso, bienvenido el tiempo de la democracia y de los demócratas.
Los que están en la representación política y en el Constituyente y los que no lo están, porque la democracia es una forma de vivir el mundo: De lo político, de lo social y de lo económico.
Parte de una estructura personal que tienen millones de mexicanos, no sólo frente a la representación política, sino frente a la responsabilidad de lo social que cumplen diariamente en la escuela, en la fábrica, en el comercio, en el despacho, en el foro, en la consultoría, etc.
Por ello, porque es tiempo de los demócratas, yo soy un hombre optimista que los demócratas sabrán cumplir con este tiempo.
Con ello les agradezco a ustedes su paciencia y me quedo con la idea de que esto es algo que está en el colectivo de lo nuestro y de nosotros; cada uno con su voz forjando un espacio sonoro sobre el que hay que cantarle a la República: Feliz Cumpleaños.
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