El actual esquema electoral permite el trapecismo de personajes que brincan de campaña en campaña y de puesto en puesto, viven del presupuesto y contribuyen, según analistas, al debilitamiento del sistema, porque su carrera responde a intereses de su grupo y no a los ciudadanos
Alfredo Martín Reyes Velázquez tomó el micrófono y se dirigió a unos 200 simpatizantes de la colonia Lomas del Chapulín, presentes en un acto de campaña organizado a finales de mayo en Aguascalientes.
El candidato del PAN a diputado federal habló de rescatar espacios públicos para la infancia y de promover leyes que permitan a policías municipales combatir el narcomenudeo.
El contenido de su discurso no guardó diferencia con el de otros candidatos que buscan ocupar una de las 500 curules en juego. Ya sea en Chiapas, Nuevo León, Jalisco o Baja California, el discurso respeta una misma fórmula, en opinión de analistas consultados: la de la falsa promesa. Más allá de las palabras, sin embargo, las figuras dominantes en esta contienda han ostentado cargos de elección popular en el pasado, igual que Reyes Velázquez, quien en dos décadas fungió como regidor, alcalde y senador, además de director del Fonhapo.
“Pomposamente se les llama políticos profesionales, pero coincido con quienes les llaman más acertadamente chapulines profesionales, cuyo objetivo es estar dentro del presupuesto. Son políticos que pasan de diputados locales a federales, de alcaldes a senadores, y si la suerte y la gracia del partido está de su lado, a gobernadores de sus estados”, dice Telésforo Nava, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana. México, D.F. Ignacio Alvarado (El Universal)
lunes, 22 de junio de 2009
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