Entre fusiles militares y tras el aparente agravio electoral, el ocaso priísta permitió en 1988, a fuerza de presión opositora, una composición heterogénea en el Congreso, que posibilitó el arranque de la vida democrática legislativa
Los soldados cortaron cartucho. El sonido de las armas a tiempo de vomitar fuego fue la respuesta al propósito de la oposición de abrir los paquetes electorales que se encontraban en el sótano del Palacio Legislativo y contar las boletas de la votación por diputados de ese 1988.
Hace 21 años, por primera vez el PRI redujo su poder a la mitad y un poco más de los votos de la Cámara de Diputados, una composición que posibilitó el arranque de la democratización legislativa, todavía en curso.
Teresa Ortuño Gurza (PAN), diputada de esa 54 Legislatura, recuerda aquella escena frente a las armas:
“Íbamos dispuestos a lo que fuera. Era un momento de mística ciudadana. Cuando los militares cortaron cartucho, no faltó fortaleza. El peligro no importaba. Actuó don Abel Vicencio (el líder del grupo del PAN) y salvó la situación con dignidad”.
María Elena Álvarez Bernal, esposa de don Abel Vicencio, dice que años después, Guillermo Jiménez Morales, líder de los priístas, le confió:
“Me dijo que se preocupó, porque el PAN y el Frente Democrático Nacional (FDN) habían ido al sótano a revisar los paquetes electorales. Él sabía que los militares tenían órdenes de disparar en resguardo de las boletas. Por ello, desde el teléfono rojo de su curul llamó a los altos mandos del Ejército para intentar la contraorden, que por ningún motivo dispararan”.
Nadie puede precisar qué salvó la situación, si las llamadas del priísta o los oficios del panista que habló con el jefe militar para luego dar la voz de retirada a los cardenistas y a los suyos.
Así nació la legislatura que impulsó la pluralidad en la Cámara de Diputados, después de seis décadas de partido dominante, un PRI que a su vez era “siervo o esclavo del gobierno o, más concretamente, del Presidente”, como señala Daniel Cosío Villegas en su ensayo clásico El sistema político mexicano.
Al son del escándalo
Mientras México veía una incipiente vida parlamentaria, con una oposición crecida, en el mundo soplaban los vientos del capitalismo. Cayó el muro de Berlín, acabaría la guerra fría, pero seguía la línea tensa en Centroamérica. Estalló la guerra del Golfo (1990- 1991).
Pese a la nueva correlación de fuerzas, la Legislatura llevó el paso que marcó el presidente Salinas: arreglo de las finanzas públicas, reprivatización de la banca, venta de paraestatales, desde Teléfonos de México hasta el centro nocturno El Patio.
La Cámara de Diputados, de 1988 a 1991, aceleró el cambio en la vida legislativa: en el salón de sesiones se expresó lo diverso en reuniones intensas, con tomas de tribuna, madrugadas de negociaciones, forcejeos, gritos, mentadas, caos, escenas de denuncia —Vicente Fox con orejas de burro; Félix Salgado Macedonio y costales llenos de boletas quemadas—, y siguió con interpelaciones a Miguel de la Madrid, en su último informe, al son de un escándalo generalizado desconocido en la relación del Ejecutivo con el Legislativo.
La calificación de la elección de Carlos Salinas agitó las aguas, como nunca. Como el PAN, había crecido la izquierda que Jesús Reyes Heroles incluyó en su reforma política de 1977, para que participaran en el Congreso y no al margen de la ley. Ambos frentes estaban agraviados por el resultado, las reglas y la forma de las últimas elecciones. La democracia electoral fue uno de los grandes temas de la Legislatura.
Pablo Gómez, líder del Partido Mexicano Socialista (PMS, ahora PRD), señala que los cardenistas a fuerza de gritos no dejaron que se escuchara la declaración ritual de presidente electo. Ese grito de repudio al fraude, dice, es vigente en la actualidad política.
El ambiente parlamentario fue polarizante, considera Juan Guerra Ochoa. De un lado el FDN y del otro PRI y PAN.
Fiebre legislativa
En los trabajos, los 500 diputados entablaron un duelo sin tregua, que tan sólo en el primer periodo de sesiones registró en tribuna mil 421 oradores.
El presidente dejó de ser el “primer legislador del país”, y la Cámara de Diputados, con 48% de integrantes de oposición, asumió su facultad de legislar, pero ello ocurrió en desorden, a contrapelo del antiguo modo.
El Ejecutivo inició 65% de los proyectos aprobados en esa Legislatura, y 35% corrió a cargo de los diputados, para sumar 108 temas que culminaron en decretos, reporta un estudio de producción legislativa en la Cámara de Diputados, de los investigadores del ITAM María del Carmen Nava Polina, Jefrey A. Welton y Jorge Yáñez López.
Los diputados tuvieron fiebre por presentar iniciativas, lo que motivó que arrebataran el primer lugar al Ejecutivo, con 244 proyectos (77%), mientras que el presidente firmó 71 propuestas (23%) del total, detallan los académicos, quienes han revisado el pulso de la Cámara de Diputados de 1917 al 2000.
Esa Legislatura fue de “democratización legislativa”, un proceso que todavía no termina, de una “pluralidad alborotada” a la que le han faltado reglas del juego internas —ley orgánica y reglamento interior— para trabajar con eficiencia, señala Nava Polina.
La politóloga del ITAM subraya: A la Cámara de Diputados, con el cambio en su composición de 1988, le ha faltado “la columna vertebral legal” que asegure el respeto y civilidad política. “El Legislativo no se da certeza legal a sí mismo, como poder”. Y la vida va sobre acuerdos parlamentarios, parches para que el río no se desborde.
El aliado blanquiazul
Por primera vez, el PRI necesitó un aliado para reformar la Constitución y lo encontró en el PAN.
Afirma Pablo Gómez: Desde la calificación de la elección, “el PAN cooperó con Salinas”, y por ese colaboracionismo (el presidente) hizo lo que quiso en el Congreso, y para Acción Nacional hubo reconocimiento de triunfos electorales, el primero en Baja California, a la vez que había un trato diferente para el PRD, de fraude y persecución”.
Teresa Ortuño Gurza plantea que en la fase anterior de la 51 Legislatura (1979-1982), “ni el PRI presentaba iniciativas, de hecho no se legislaba”. En la 54 Legislatura, a Vicencio Tovar el PRI le informaba del contenido de proyectos y escuchaba los puntos de vista del panista. Algo de lo que les decía llegaba a modificar el proyecto, que Acción Nacional aprobaba.
Humberto Roque Villanueva, dice: “En 1988, el PRI empezó a aprender a perder”, pero con capacidad de negociación del Presidente de la República con el PAN: el líder Guillermo Jiménez Morales, en San Lázaro. En la tarea participaba el secretario de Gobernación, Fernando Gutiérrez Barrios, desde Bucareli.
Fue una legislatura “muy compleja” desde los trabajos del Colegio Electoral, que salió adelante como resultado de un buen manejo político.
María Elena Álvarez Bernal, Teresa Ortuño Gurza, Pablo Gómez, así como la también panista Carmen Segura Rangel, dan cuenta de que el PRI escamoteó posiciones a los otros partidos, mantuvo el control político y administrativo, con lo cual ejerció el dominio real en San Lázaro.
Y sobreviven las viejas prácticas
La vieja estructura de organización sobrevivió a la nueva época que tenía un aumento de 100 diputados plurinominales, que elevó a 500 el número de legisladores.
Había 33 comisiones y crearon nueve más, para abrir espacio a los legisladores adicionales. Pero, aun así, “se daban comisiones con 65 miembros, lo que debilitaba las tareas legislativas”, relata Said Hernández Quintana, en un estudio de la Ley Orgánica del Congreso.
Ningún opositor fue nombrado presidente de comisión alguna.
Los priístas faltistas metían en problemas a la dirigencia, pero como no había pizarra electrónica de votación, el conteo era manual, con truco a favor del PRI, dice Pablo Gómez.
Ello no disminuía el ánimo de participar. Carmen Segura Rangel relata el tesón con el que trabajaron grupos de legisladores, en elaborar propuestas, por ejemplo para la reforma política. Había entrega total en actos de resistencia civil dentro del recinto, como dar la espalda a la tribuna.
Bajo presión, los priístas cedieron algunas posiciones administrativas, un mundo del oficial mayor, de cuya mano fluía el dinero de la Cámara de Diputados. El manejo de recursos era a discreción, sin reporte de cuentas a la sociedad. Los puestos los repartía el círculo del poder oficial.
Esa legislatura, que arrancó con un pleno embravecido, llegó a su clausura con hechos contrastantes, como el regalo de relojes Rólex a todos los legisladores de parte de la Cámara de Diputados y la designación como embajador de Salinas en Quito, Ecuador, de Ignacio Castillo Mena, quien había sido líder de la bancada más contraria al gobierno: la del PRD. México, D.F. Juan Arvizu (El Universal)
lunes, 1 de junio de 2009
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